25.2.10

Dos cabezas (Relato)


Exprimía su cerebro, las neuronas crujían de dolor, los dientes se rozaban como cuando el sonido ensordecedor de uñas frotando una pizarra de tiza carcomen los oídos. Las mucosas de diversas gamas de colores, esparcidas por la pared goteaban y se resbalaban. Sus sesos habían salido volando, disparados en tan solo un segundo. Parado junto a la sangre eyaculada por el miedo, reía con las cejas levantadas de orgullo, su mofa e incredulidad se vaciaban en un eco eterno en las cuatro paredes vacías.
Pronto asechó la culpa, su corazón sintió varias punzadas y el estomago giro noventa grados, haciéndolo vomitar bilis y más líquidos gástricos que se mezclaban en el piso; una enorme mancha abstracta pintó de gracia el cubo; el olor de la sangre, grave como una nota descompuesta, luego el olor del vomito que acicaló el aire dejándolo sin respirar, las partículas de pestilencia enfermizas ocupaban todo el espacio.
Después de que por la boca se esfumaron de su conciencia hasta los mismo órganos, abatido por el suceso que cometió, golpeo su cabeza varias veces contra la pared; deformada y aplastada cayó con un calambre que lo abasteció de dolor hasta provocar su muerte, sus últimos movimientos, una especie de síndrome de gilles de latourette  retardado, provocó que su pierna izquierda tiemble incomprendida. Se rindió ante su misma culpa y ante su mismo dolor.
Dos cadáveres, carentes de cabeza para el momento, se encontraban regados en el piso, un cráneo aplastado en un lago de sangre y vómito, y el otro, irreconocible viscosidad en la pared.

Sinestesia

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